El último número de Getxoberri, la revista municipal de Getxo, confirma una tendencia cada vez más evidente. Su función no es informar de manera plural a los vecinos, sino reforzar el relato autocomplaciente del equipo de gobierno local. Financiada con dinero público, la publicación vuelve a dejar de lado los verdaderos problemas de los ciudadanos para centrarse en contenidos seleccionados con evidente sesgo institucional.
El tema principal de portada, la edición del Festival Internacional de Imagen Getxophoto, es uno de los ejemplos de cómo la cultura se utiliza como escaparate de gestión. Aunque el evento tiene valor artístico, se le dedica un espacio desproporcionado frente a otros temas de más calado social.
También se informa sobre el apagón que afectó a la zona, destacando que “transcurrió sin incidencias reseñables”. Una mención que, más que informar, parece destinada a minimizar cualquier crítica a la respuesta municipal ante la situación.
En cuanto al uso del euskera, vuelve a ocupar un lugar destacado con la promoción de la campaña Kaishop! para unir idioma y comercio local, y con actividades como el teatro infantil en euskera (Moko) o espectáculos musicales como Hegoak.
Las secciones culturales también se centran casi exclusivamente en iniciativas organizadas o subvencionadas por el propio Ayuntamiento, como el ciclo MAJAZZ o el espectáculo Bira Kolore. Las actividades vecinales o independientes brillan por su ausencia.
El colofón lo pone el homenaje a los voluntarios del Cine-Club, una pieza nostálgica y positiva, pero de nuevo carente de mirada crítica o reflexiva sobre la oferta cultural real del municipio.
Al final, de forma breve y sin apenas desarrollo, se menciona el deporte local con pinceladas deportivas que parecen añadidas para completar sin incomodar.
En resumen, Getxoberri vuelve a fallar como publicación institucional equilibrada. Su función debería ser informar a todos los ciudadanos, y no actuar como instrumento de propaganda para mayor gloria del equipo de gobierno. El pluralismo informativo no es solo deseable, es una obligación democrática.