La comisión de fiestas del barrio de la Humedad en Algorta ha decidido publicar un comunicado en el que descalifica una versión alternativa del cartel de fiestas, acusándonos a quienes lo hemos difundido de “usurpar” su imagen y de lanzar un “mensaje racista”. Esta reacción, lejos de aclarar nada, revela una actitud infantil y profundamente incoherente por parte de quienes deberían representar a todo el barrio, no solo a su entorno ideológico.
La polémica nace de un hecho sencillo: el cartel original omite referencias explícitas a San Martín, patrón vinculado históricamente a la matanza del cerdo, una tradición profundamente arraigada en la cultura española. En su lugar, se incorporaron elementos simbólicos ajenos —como la bandera palestina— que no guardan relación alguna con la festividad. Esta elección no solo descontextualiza el sentido de las fiestas, sino que introduce una narrativa política importada, ignorando causas locales que merecen atención y que la comisión prefiere silenciar.
Además, hay una incoherencia cultural evidente: en países de mayoría musulmana, el cerdo es considerado un animal impuro y su consumo está prohibido por preceptos religiosos. Vincular una fiesta basada precisamente en la matanza del cerdo con símbolos de esos contextos no solo es contradictorio, sino que puede interpretarse como una falta de respeto hacia ambas tradiciones. ¿O acaso se pretende resignificar la fiesta ignorando su raíz histórica y cultural?
La respuesta editorial que hemos ofrecido no es una provocación, sino una corrección lógica: si se pretende resignificar una fiesta tradicional, al menos que se haga con coherencia y respeto por su origen. Y si se habla de libertad de expresión, que sea para todos. Porque lo que para algunos es “libertad de expresión”, para otros se convierte en “provocación” según quién lo ejerza. Esa doble vara es inadmisible.
No aceptamos que se nos etiquete de racistas por señalar una incoherencia cultural evidente. Más bien, denunciamos el oportunismo de quienes instrumentalizan causas internacionales mientras ignoran las heridas abiertas en su propio entorno. ¿Dónde está su voz ante los silencios históricos que afectan a nuestro país? ¿Dónde está su compromiso con las causas que sí nos interpelan directamente?
La comisión ha querido marcar territorio. Nosotros hemos querido marcar sentido. Y si eso incomoda, que revisen sus prioridades antes de acusar sin argumentos.






