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Cuando el ruido se convierte en juego: la última ocurrencia del Ayuntamiento de Getxo

El Ayuntamiento de Getxo vuelve a sorprendernos y esta vez lo hace con la presentación de un nuevo experimento sobre el ruido. Se trata de Noisetech, un “proyecto piloto innovador” para conocer las emociones de la gente ante diferentes tipos de ruido. Dicen que servirá para elaborar un “mapa emocional del ruido”.

El proyecto propone que los vecinos escuchen audios y marquen si les provocan alegría, calma o estrés. Es decir, se sustituye la medición objetiva del ruido en decibelios por sensaciones personales. Una ocurrencia revestida de “tecnología inteligente” y “gamificación”, como si jugar con los ruidos solucionara algo.

El resultado será un informe sentimental que no servirá para reducir ni un decibelio. Porque el problema del ruido en la ciudad no es de percepción, sino de gestión. Los datos ya existen. El último mapa del ruido de Getxo es de 2021. Las zonas más ruidosas están perfectamente identificadas. Lo que falta es voluntad política para actuar. Hay que controlar terrazas, regular horarios, sancionar incumplimientos o aplicar medidas efectivas en viviendas próximas al Metro, entre otras acciones.

Cada vez que el Ayuntamiento no sabe cómo justificar su pasividad, saca un “proyecto piloto”. Así se anuncia algo vistoso, se hace una foto institucional y se maquilla la falta de resultados. Esta vez, el maquillaje se llama “concienciación emocional”.

Hablan de “beneficios sociales” y “reducción de la contaminación acústica”, pero la experiencia demuestra que nada cambia después de cada estudio. El ruido sigue, los informes se archivan y el problema se cronifica.

El proyecto está financiado con dinero del Gobierno Vasco y del Fondo Europeo de Desarrollo Regional. Es decir, dinero público que acaba pagando un software que convierte un problema ambiental en un juego online.

Dicen que es gratuito para el Ayuntamiento, pero la propaganda no lo es. Cuesta credibilidad. Y cada experimento sin consecuencias reales aleja más a la ciudadanía de las instituciones.

El Ayuntamiento no necesita más plataformas ni experimentos. Necesita cumplir la ley de ruidos, aplicar sanciones y proteger el descanso de sus vecinos. Todo lo demás -mapas emocionales, gamificación, desafíos sonoros- es pura cosmética institucional. Una operación de imagen para aparentar innovación mientras la realidad sigue igual. Hay demasiado ruido y ninguna solución.