Hace casi un año, los árboles de la calle Máximo Aguirre y del paseo de Zugazarte amanecieron con números pintados en sus troncos. Aquella actuación, ampliamente difundida, pretendía informar a la ciudadanía del nivel de pudrición de cada ejemplar y del riesgo potencial de caída. Según explicó entonces el concejal responsable del área, Íñigo Urquiza, una afección superior al 60% implicaba un riesgo considerable.
Hoy, casi doce meses después, muchos de esos números apenas se distinguen o han desaparecido por completo. Lo que no ha desaparecido, sin embargo, es el problema de fondo: la falta de mantenimiento, la ausencia de actuaciones visibles y el riesgo que siguen suponiendo estos árboles, especialmente en uno de los paseos más conflictivos de la ciudad cada vez que hay temporales de viento.
La pintada de los troncos, lejos de formar parte de un plan integral de gestión del arbolado, parece haber sido una acción más orientada al impacto visual y al titular fácil que a una solución real. Un gesto para aparentar que se estaba haciendo algo, cuando la realidad posterior ha sido la inacción. Ni podas, ni tratamientos, ni sustituciones, ni explicaciones claras a la ciudadanía.
En febrero del pasado año, Urquiza aseguró que se estaba a la espera de un informe definitivo sobre el estado del arbolado de Máximo Aguirre y Zugazarte, y que, en caso de detectarse riesgos para la ciudadanía, se actuaría sin demora. Sin embargo, el pasado 23 de octubre una parte importante de un árbol se desprendió ocasionando importantes daños en el perímetro de una finca próxima y provocando desconfianza en las palabras del concejal.
Los indicadores pintados en los árboles —la supuesta prueba del diagnóstico— se están borrando con el paso del tiempo, lo que generó ciertas dudas entre los residentes y paseantes del lugar: «¿ Existe realmente un registro técnico actualizado del estado de cada ejemplar o los números pintados son el único soporte de un diagnóstico que ahora se diluye literalmente?» se pregunta un ciudadano.
Porque si esos datos no están correctamente documentados, la actuación no solo fue inútil, sino irresponsable.
Zugazarte es, año tras año, escenario de caídas de ramas y árboles durante los temporales. La falta de mantenimiento del arbolado es un problema conocido, reiterado y denunciado por vecinos.
Aunque los números se borren con el paso del tiempo, los riesgos no desaparecen. Y la seguridad ciudadana no puede depender de gestos simbólicos ni de operaciones de maquillaje. La ciudadanía merece una gestión seria, transparente y continuada del arbolado urbano, no actuaciones teatrales que, un año después, solo dejan troncos marcados… y ahora, ni siquiera eso.
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