Cuando se dirigía a su domicilio en la casa cuartel de Algorta, Juan Carlos Iglesias Chouzas, alias Gadafi, le disparó un tiro en la cabeza y después lo remató en el suelo.
Tal día como hoy de hace 22 años ETA asesinaba en Getxo al guardia civil José San Martín Bretón cuando se dirigía a su domicilio en la casa cuartel de Algorta
Eran las tres menos veinte del 25 de febrero de 1992 cuando Juan Carlos Iglesias Chouzas, alias Gadafi, le disparó un tiro en la cabeza y después lo remató en el suelo. Iba acompañado por Javier Martínez Izaguirre, también integrante del grupo Vizcaya de ETA. Al menos dos testigos presenciales coincidieron en afirmar que, tras el asesinato, uno de los etarras gritó «¡Gora ETA!».
El etarra que les pasó la información sobre los movimientos de la víctima fue José Manuel Fernández Pérez de Nanclares. Éste solía coincidir en el tren con la víctima cuando ambos se desplazaban a su trabajo desde Getxo a Bilbao. Además, tras el atentado, los etarras se refugiaron en el domicilio del propio Fernández Pérez de Nanclares y de su esposa, María Ángeles Pérez del Río.
El atentado se produjo a unos 200 metros de la casa cuartel. Segundos después, los asesinos se introdujeron en un vehículo y huyeron del lugar, abandonando el coche en una calle cercana. El Gobierno Civil atribuyó el atentado a los dos liberados del grupo Vizcaya de ETA que aún permanecían en activo.
Los terroristas abandonaron el vehículo cerca de la plaza donde asesinaron a José. Posteriormente fue inspeccionado por equipos de desactivación de explosivos del Cuerpo Nacional de Policía para comprobar si contenía algún artefacto, aunque no hallaron nada.
Pasadas las 15:45 horas, la jueza que se desplazó a la plaza de Villamonte para instruir las primeras diligencias ordenó el levantamiento del cadáver. En el lugar donde cayó el cuerpo del guardia civil había un enorme charco de sangre.
Javier Martínez Izaguirre fue condenado por este asesinato en 1995 y Juan Carlos Iglesias Chouzas,Gadafi, en 2007. También en 1995 fueron condenados como cómplices José Manuel Fernández Pérez de Nanclares y su esposa, María Ángeles Pérez del Río.
Desde enero de 2010 José Manuel Fernández Pérez de Nanclares gozaba de un régimen de semilibertad pocos meses después de haber rechazado la violencia. La medida se vio confirmada el 10 de febrero de 2012, cuando el Ministerio de Interior concedió a José Manuel Fernández Pérez de Nanclares el tercer grado penitenciario, lo que supone un régimen de semilibertad que le permitiría salir diariamente del centro penitenciario en el que cumple condena con la única obligación de ir a prisión a dormir.
El etarra había sido condenado a un total de 41 años de cárcel como colaborador del grupo Vizcaya de ETA, condena que, gracias a la aplicación de la doctrina Parot, estaba cumpliendo en la prisión de Basauri. La medida supone la confirmación de la apuesta del ministro de Interior del Partido Popular, Jorge Fernández Díaz, por impulsar la llamada Vía Nanclares. Según el Ministerio de Interior, el asesino de la banda estaba completamente desvinculado de la organización terrorista y habría cumplido con los requisitos para obtener el tercer grado. Así lo manifestó en un comunicado remitido a los medios de comunicación en el que se señalaba que Fernández Pérez de Nanclares había «dado muestras de una evolución positiva cumpliendo las exigencias legales establecidas en la legislación penitenciaria, entre ellas: la desvinculación de la organización terrorista, la petición de perdón expreso a las víctimas y la disposición a la reparación del daño». Sin embargo, fuentes cercanas a la familia del agente asesinado aseguraron al diario El Mundo que ni el etarra ni nadie de su entorno se había puesto en contacto con ellos para pedirles perdón (El Mundo 11/02/2012).
Por su parte, la mujer de Fernández Pérez de Nanclares, la etarra María Ángeles Pérez del Río,obtuvo el tercer grado en enero de 2003, que le fue concedido por la juez Ruth Alonso contra el criterio de la Junta de Tratamiento Penitenciario de Martutene.
Casado y con dos hijos
José San Martín Bretón era del pueblo riojano de El Redal, donde fueron inhumados sus restos mortales. Tenía 49 años cuando fue asesinado y llevaba quince destinado en el País Vasco. Trabajaba en las oficinas de la Comandancia de la Guardia Civil en La Salve (Bilbao). Estaba casado con Mari Carmen Calvo y tenía dos hijos, uno de ellos, Fernando, guardia civil; el otro hijo, Luis, estaba en Cádiz cumpliendo el servicio militar en el momento del atentado. Su mujer, delicada del corazón, tuvo que ser ingresada cuando supo lo que había pasado.
En septiembre de 2009 contó al digital soitu.es cómo fue su vida desde entonces. Para Mari Carmen, la «alegría se perdió aquel fatídico martes. Se terminaron las Navidades, los cumpleaños, la alegría de las bodas de mis hijos o de las comuniones de las nietas…».
Un año después del asesinato de José se plantó en el Ministerio para pedirle a José Luis Corcuera que hiciese algo ante su delicada situación. Hacía un año que no recibía ningún ingreso ni cobraba ninguna pensión de viudedad. La conversación con el ministro fue tan tensa que Mari Carmen sufrió ahí mismo un infarto:
Allí apareció una doctora, que curiosamente era paisana de Ezcaray, y que recriminó con dureza la actitud del ministro: «ETA les mata a los maridos y tú, las rematas». Así que imagino que no fui la primera a la que trató así.
Fernando, el hijo mayor, se enteró del asesinato de su padre viendo la televisión mientras hacía guardia en el cuartel —»tuvo que dejar el Cuerpo al caer en una depresión»—; y el pequeño, Luis, viajó engañado desde Cádiz, donde se acababa de alistar en la Armada, y delante de los periodistas apostados en el domicilio familiar, le comunicaron la triste noticia.
La obsesión de los dos fue verle, incluso Luis se encaró con un superior para que le abrieran el ataúd y poder besarle. Yo, en cambio, como estaba tan malita del corazón, me quedé sin poder despedirme.
La familia no permaneció mucho tiempo en Getxo, porque les dijeron que su hijo Luis había aparecido en unos papeles de ETA como posible objetivo. Así que decidieron irse a Logroño. Mari Carmen termina la entrevista en soitu.es diciendo:
El perdón es imposible. ¿Qué consiguieron matando a José San Martín Bretón? Nada. Ni la liberación de ningún pueblo oprimido, ni la construcción de una Euskadi independiente… Sólo dejar una familia totalmente destrozada, a unos hijos sin el cariño de su padre y a una mujer sola, muy enferma y más débil de lo que estaba.