Mientras miles de personas cruzan a diario el Puente Colgante, la última medida anunciada por los responsables del Puente colgante genera dudas sobre el estado de los 18 cables que sostienen la barquilla después de que uno de ellos sufriera una avería grave en enero. A pesar de la alarma que generó el incidente, los responsables han decidido aplazar la renovación completa del cableado hasta octubre, y justifican nuevas restricciones al tráfico debido al calor del verano.
En un comunicado publicado en sus redes sociales, la dirección del puente informa de que se limitará el paso a cuatro vehículos por viaje, y solo dos si hay muchos peatones o ciclistas, una medida que aseguran responde a la “previsión de altas temperaturas” y a una “reciente incidencia” ya “revisada y reforzada”.
Sin embargo, tras esta explicación ambigua, se esconde una decisión que muchos usuarios califican de temeraria. Se trata de la decisión de mantener en funcionamiento una estructura dañada durante casi nueve meses más, confiando únicamente en medidas provisionales.
El cable dañado fue revisado y reforzado, según los responsables. Pero no será hasta octubre cuando se afronte la reparación integral del sistema de sujeción, lo que implica que la barquilla —por donde cada día cruzan coches, bicis y peatones— seguirá operando con una estructura que ya ha fallado una vez.
Los nuevos límites de carga incluyen:
🚲 Bicicletas en cabeza.
🚗 Coches en el centro de la barquilla.
🏍️ Motos en la parte trasera y pasillo central.
La explicación oficial ha causado estupor entre los vecinos. “¿De verdad nos dicen que esto es por el calor? Es un insulto a la inteligencia. El cable se rompió en enero y siguen sin cambiar todos. Esto es jugar con la seguridad de todos”, señala indignado un usuario habitual.
Para muchos, mencionar el calor como causa principal no es más que una coartada. Una manera de desviar la atención de lo esencial: el fallo de un cable de carga crítica y la decisión de seguir posponiendo una reparación vital para la seguridad de la estructura.
La opacidad en la gestión, la ausencia de explicaciones técnicas detalladas y la falta de urgencia ante un problema estructural preocupante ponen en entredicho la responsabilidad con la que se está gestionando uno de los iconos más importantes de Vizcaya.