Crece la preocupación vecinal por el uso prolongado y sin control del espacio público como zona de residencia temporal para caravanas, especialmente en entornos naturales protegidos.
Cada verano, el aparcamiento de La Galea, situado junto al Fuerte, vuelve a convertirse en un punto de concentración de autocaravanas. Durante semanas, numerosos vehículos de este tipo ocupan plazas del parking, haciendo uso también de los baños públicos cercanos. La situación, que se repite año tras año, se mantiene ante la ausencia de una regulación específica o controles municipales eficaces.
No se trata de un caso aislado. También el aparcamiento del Molino, muy próximo al de La Galea, está ocupado estos días principalmente por caravanas, en muchos casos utilizadas como auténticas residencias temporales. “Se plantan ahí y viven ahí”, denuncia una vecina. “Cada año hay más caravanas instaladas, y para ir a los baños públicos tienes que hacer cola, o directamente no puedes usarlos, porque los residentes de las caravanas van con neceseres y toallas, y tardan un montón”.
Además del uso continuado de infraestructuras públicas como baños o papeleras —a menudo saturadas o mal utilizadas—, los vecinos aseguran que es frecuente ver comportamientos que sobrepasan los límites del estacionamiento legal. “He visto caravanas con mesas y sillas fuera, comiendo como si estuvieran en un camping. Luego tiran la basura a las papeleras y las dejan llenas o con residuos alrededor”, relata otra residente.
Esta situación genera un creciente malestar entre quienes consideran que el uso prolongado e intensivo de estos espacios está desvirtuando su carácter natural y público. “Esto sucede en el mejor entorno y paseo que hay en Algorta. Es una pena que estos espacios no se protejan totalmente”, lamenta una vecina, que denuncia también la falta de sensibilidad hacia el medio ambiente y el impacto que este tipo de ocupaciones tienen sobre el entorno. “Se genera contaminación acústica y visual, se desvirtúa el origen y el enclave natural de la zona. Una pena”.
Algunos ciudadanos han planteado soluciones ya aplicadas en otros municipios del norte de España, como Cantabria, donde se han instalado arcos limitadores de altura que impiden el acceso de caravanas a determinados espacios. Este tipo de infraestructuras buscan evitar que los aparcamientos públicos se conviertan, en la práctica, en zonas de pernocta no reguladas.
Aunque legalmente se permite el estacionamiento de autocaravanas en espacios públicos siempre que no se extiendan elementos externos (como toldos, mesas o sillas), la permanencia prolongada de estos vehículos —a veces durante semanas— ha reabierto el debate sobre el uso del espacio público y la necesidad de establecer límites y normas claras. En zonas de alto valor paisajístico o turístico como esta, el equilibrio entre libertad de tránsito y preservación del entorno se vuelve especialmente delicado.
La falta de actuación municipal alimenta una sensación de dejadez, y los vecinos temen que, de seguir así, el problema se cronifique y se agrave en los próximos veranos




