La pista de skate de Arrigúnaga se ha convertido en un monumento al abandono y la dejadez del Ayuntamiento. Lo que debería ser un espacio de encuentro, deporte y cultura urbana, aparece hoy como un vertedero improvisado, un agujero azul corroído por el descuido y tapizado de basura. Entre latas, plásticos y restos inmundos, incluso se encuentra una rata muerta, símbolo perfecto de la podredumbre que ha permitido crecer la desidia del municipio.
Las paredes, cubiertas de grafitis de pésimo gusto, lejos de aportar color o cultura, solo intensifican la sensación de suciedad, vulgaridad y abandono. No hay rastro de arte urbano, solo garabatos improvisados que refuerzan el aspecto ruinoso de lo que debería ser un espacio público cuidado.
Uno de los agujeros de la pista, como se aprecia en las imágenes, está rodeado de manchas negras, restos de líquidos nauseabundos y desperdicios que nadie se ha molestado en retirar.
Este escenario no solo es indigno, sino también un claro reflejo de lo que ocurre cuando una administración prefiere mirar hacia otro lado en lugar de garantizar el mínimo de limpieza y seguridad a sus ciudadanos.
La imagen de Arrigúnaga no es la de un skate park vibrante y cuidado, sino la de un lugar enfermo, deteriorado y olvidado. Y esta vergüenza no recae en los jóvenes que lo usan, sino en la incompetencia del municipio, incapaz de ofrecer a su gente un espacio limpio, digno y seguro. Cada mancha de óxido, cada resto de basura y cada cadáver de roedor son pruebas del fracaso de la gestión pública.




