Roque
Roque Adrada

A través de una red social, un buen amigo (abogado joven con proyección meteórica) compartía las tesis de Stewart Friedman, un reconocido profesor de la Wharton School of Business, sobre qué es el éxito.

Para el Prof. Friedman el éxito consiste en la armonización en la vida de cuatro variables: Trabajo, familia, entorno social y uno mismo. Dándose el caso de que hay profesionales que consiguen un desarrollo profesional sobresaliente, pero un fracaso en la vida personal y familiar; y al contrario, profesionales que consiguen un desarrollo personal y familiar notable pero un desarrollo profesional mediocre. Básicamente es cómo un buen malabarista, el éxito consiste en tener las “cuatro bolas” al mismo tiempo en el aire sin que ninguna se caiga.

Quizá al lector le sorprenda, pero estoy radicalmente en contra de la tesis del Prof. Friedman. En contra no desde la perspectiva del “yo”, en esa línea estoy totalmente de acuerdo; el éxito, en mi caso particular, es la armonización de las cuatro variables. Sin embargo, una visión particular no es una perspectiva general aplicable a los individuos. Por ejemplo, hay mujeres y hombres que encuentran la felicidad en el ámbito profesional, y al mismo, le otorgan la máxima prioridad, no entienden una existencia plena, sin una proyección exponencial. Por el contrario, hay personas que dejan su trabajo para disponer de más tiempo para estar en familia. En ambos casos no hay armonía puesto que en el primero, según la tesis de Friedman, hay un fracaso en el ámbito familiar y en el segundo una carrera profesional mediocre.

El éxito, por tanto, no depende de cuatro variables (familia, trabajo, entorno social y uno mismo) sino de una sola; ser feliz, para la cual la primera tarea que debemos ponernos es autoconocimiento de nosotros mismos y en base a ello, tomar decisiones.