Nos vienen tiempos difíciles para el viejo continente. Los movimientos populistas y nacionalistas, junto con la coyuntura económica, la corrupción y la crisis migratoria, nos van a poner en jaque durante no menos de una década, donde cómo países y culturas desarrolladas y arraigadas sobre un fin común, tenemos que demostrar nuestra madurez en la toma de decisiones.
La victoria en la alcaldía de Londres de Sadiq Khan, londinense, musulmán e hijo de un conductor de autobús inglés de origen Pakistaní, no solo ha sido la victoria de un hombre hecho a sí mismo, sino un mensaje para Europa y para el mundo, de que una de las ciudades más prósperas y desarrolladas del mundo dice sí, a la integración, a la diversidad, a la multiculturalidad y al hecho diferencial como valor de una sociedad que apuesta por el futuro, y dice no, al separatismo, al nacionalismo y a la cultura tradicionalista-conservadora.
Al igual que los londinenses, el resto de los países de Europa, y en nuestro caso el 26J, vamos a tener que enfrentarnos a la toma de decisiones sobre quién/quiénes queremos que sean nuestros gobernantes, y por ende, en qué dirección queremos ir. Sin ánimo de impulsar al lector en una u otra dirección, sí que veo muy importante reflexionar el voto y ser valientes e ir más allá del “siempre he votado a los mismos” o “no quiero hacer experimentos”. Quizá estas preguntas pueden ayudar:
- ¿Quiero un país gobernado por dirigentes cuyo partido político está inmerso en casos de corrupción?
- ¿Apuesto por una clase gobernante que no ha trabajado en la empresa privada en ningún momento de su carrera profesional?
- ¿Me siento representado por amigos de regímenes que bajo el emblema de la igualdad de hecho han empobrecido a sus ciudadanos?
- ¿Quiero apostar por la innovación, la transparencia y la reducción de gastos públicos como claves del desarrollo futuro de nuestro país?