Sed de sangre

May 27, 2016
Miguel Malo
Miguel Malo. Periodista

Esta semana hemos sabido que la Junta de Castilla y León ha prohibido la muerte del Toro de la Vega en el festejo de Tordesillas. Creo que es un gran paso surgido de la atención mediática que ha recibido ese evento en concreto, pero el problema de los festejos taurinos sigue latente, y por eso creo conveniente recordar los argumentos que los mantienen activos.

El argumento por excelencia y a su vez el más fácil de desmontar es aquel que afirma que la tauromaquia es parte de la cultura española, que es una tradición antiquísima y que por ello abolirla es un error. También ha sido tradición quemar mujeres en la hoguera o, sin irse a épocas pasadas, la ablación o las lapidaciones hoy en día. Si no nos cuestionásemos lo que otras generaciones anteriores a la nuestra hacen, la sociedad nunca cambiaría, y se supone que el objetivo es plantearse los dilemas morales que van surgiendo y evolucionar hacia una sociedad mejor.

“Justificar la tortura de un animal bajo la premisa de que se extinguiría si no lo seguimos torturando es cuanto menos de dudable ética”

Otro argumento señala que es arte. Si el arte está en el toreo, ¿no se puede torear sin clavarle objetos al animal? ¿No será que hay algo de sadismo en todo esto? Sadismo: Crueldad refinada, con placer de quien la ejecuta.

También se suele indicar que sin el toreo, el toro desaparecería. Yo creo que la mayoría de la gente que se sitúa en contra de la tauromaquia simplemente rechaza que se torture al animal, no el toreo en sí mismo. No habría debate si simplemente se torease al astado. Es por eso que no desaparecería, principalmente porque se seguiría utilizando en todos aquellos eventos en los que no es torturado. De todos modos, justificar la tortura de un animal bajo la premisa de que se extinguiría si no lo seguimos torturando es cuanto menos de dudable ética.

Otro argumento afirma que hasta que se realiza la lidia el toro vive como un rey, poniendo como ejemplo el trato que reciben los animales de la industria alimentaria. Para mí hay una diferencia abismal entre matar por ocio y matar para comer. Muchos taurinos afirman que respetan al toro y que lo quieren más que los antitaurinos. Llamadme loco, pero sigo sin ver respeto y amor por un ser vivo cuando la diversión se logra a través de infligir daño físico.

Cuando las televisiones entrevistan a defensores de la tauromaquia, se suele oír mucho la frase de “al que no le guste que no mire”. Básicamente “ojos que no ven, corazón que no siente”. Aquí torturamos animales, pero si no os gusta no vengáis, que no os afecta para nada, dejadnos practicar nuestro sadismo tranquilamente; parecen decir.

“Aquellos que acuden a una corrida de toros  anteponen la diversión propia sobre el sufrimiento de un animal”

Todos aquellos que acuden a una corrida de toros  anteponen la diversión propia sobre el sufrimiento de un animal; pero no lo quieren reconocer, y de ahí surge la irrisoria afirmación de que el toro no sufre. Afirmar que el toro no sufre es no querer ver la realidad. Si quieres, dime que para ti tu ocio personal está por encima de la vida de un animal, pero no me digas que el animal no sufre.

Por otro lado, me parece lamentable que en muchos medios se cubra como actualidad deportiva; eso ya es el colmo. Me puede parecer un evento de interés público, pero catalogarlo como una actividad deportiva, y por tanto dotarlo de toda una serie de valores que rodean al deporte; eso es pasarse.

España da una mala imagen al exterior permitiendo estos festejos y muchas veces se publican imágenes que dan un ejemplo negativo en países extranjeros avanzados. Soy partidario de mantener aquellas tradiciones que enriquezcan culturalmente, no aquellas que hagan una mala publicidad del país en el que vivo.

¿Estamos las personas empatizando demasiado con los animales y deberíamos dejar que cada uno haga lo que quiera? Yo creo que no. El límite entre dejar que cada uno busque su propia felicidad está en que no afecte a los derechos de otros. Mi propia libertad y mi libre albedrío termina donde empieza el de al lado, aunque éste sea un animal.