César Charro. 8 marzo 2015.

 

Hoy me gustaría tratar el fenómeno de las lonjas juveniles en nuestro municipio, pues no es poca la polémica que vienen generando últimamente. De los datos extraídos de un estudio municipal, resulta que son mil seiscientos los jóvenes getxotarras que se dedican a perder el tiempo en estos locales. Con todo el acierto del mundo, vaya por delante, ya que es patrimonio de la juventud el disponer de tiempo a espuertas para malbaratarlo gozosamente con los amigos. Además, esto es un derecho que se llama ocio y que a los mayores, que disfrutamos de poco generalmente, nos compete ofrecérselo a nuestros hijos de una forma sana. Hasta la Constitución habla del derecho de los ciudadanos a un ocio saludable.

En Getxo, como en otros muchos municipios, los jóvenes no tienen dónde ir, ni qué hacer ya que ni disponen de dinero para ir de bar en bar, cosa que tampoco creo que debamos desear, ni existen centros sociales donde poder reunirse y hacer algo que les resulte mínimamente atractivo. Y fíjense que yo creo que de esto último sería fácil dotarles porque, al final, lo que suelen hacer en las lonjas es ver películas y partidos, jugar a la play y charlar con los amigos mientras comen y beben algo. Los más afortunados aprovechan también para practicar los procedimientos que en un futuro les llevarán a ser padres y madres. En estas condiciones, el hecho de que un ayuntamiento como el nuestro prepare y ceda espacios en los que poder hacer la mayoría de estas cosas bajo unas condiciones mínimas de supervisión y seguridad, no me parece un deseo inalcanzable y lo veo preferible al alquiler particular de una lonja sin ningún acondicionamiento. Incluso podríamos tener espacios autogestionados a cambio de que se cumplan esos básicos requerimientos. El no hacerlo, por contra, denota una preocupante falta de imaginación institucional. No es, además, que esté por inventar pues experiencias sobran en otros lugares como para adaptarlas a nuestra realidad. Bien que se copió el multacar, ese depredador inmisericorde de las dobles filas que utiliza la policía local.

Como por ahora las cosas están como están, la mejor alternativa para ellos es el alquiler de espacios y a esta realidad intenta dar respuesta ahora, tras años de desidia, Gaztelonjak, programa municipal nacido para solucionar los problemas que esta forma de asociacionismo juvenil plantea. Su pretensión de desplazar a la policía local de las tareas de inspección en favor de otros profesionales la veo positiva, pues nunca me pareció de recibo que sea un señor con uniforme y armamento reglamentario al cinto el encargado de interactuar con la chavalería, como se venía haciendo. Considero favorable también el que se aborde el tema desde diferentes áreas y con una perspectiva educativa ya que es innegable que, como bien ha dicho el Alcalde, con esta experiencia los jóvenes ensayan su futura emancipación, aprendiendo a gestionarse por sí mismos, a convivir con otros en un espacio que han de cuidar y mantener correctamente, etc. Correcto. No me gusta, en cambio, el planteamiento que se hace en el aspecto de la seguridad, por lo menos tal y como está enunciado en la información a la que tenemos acceso los ciudadanos a través de la página web del Ayuntamiento. Ahí se dice que se realizará un trabajo en torno a “recomendaciones” sobre el uso, el control de ruidos, la higiene, los horarios, la instalación eléctrica, los seguros necesarios… Y no me gusta, digo, porque hay cosas que no son negociables, ni con jóvenes ni con mayores, ni se solucionan a base de recomendaciones. Y si hay algo imprescindible, es que en estos locales los muchachos estén seguros, que no tengamos que acudir a sacarlos de una lonja en llamas porque no tenían extintor o porque la instalación eléctrica la montó el que estaba haciendo la «efepé» sin otra supervisión técnica. Lo mismo digo respecto a las normas de convivencia, los horarios y los ruidos. Si las lonjas están en los bajos de los edificios de vecinos, es indudable que se producirán molestias, problemas que habrá que intentar solventar de la mejor manera posible compatibilizando el derecho al ocio de los jóvenes con el derecho al descanso de los vecinos. Como de igual forma pienso que debe existir algún tipo de acción destinada a evitar que en estos locales, en los que muchas veces hay menores de edad, se consuman drogas. Y no me refiero con esto a implantar inspecciones de castigo, no, acaso baste con algún tipo de iniciativa dirigida a los padres, que suelen ser los que abonan los alquileres. No parece muy normal que los progenitores nos desentendamos de lo que hace nuestra prole a las tantas de la mañana en su garito y nos demos por cumplidos en nuestros paternales deberes solo con aflojar la cartera.

Ha habido incidentes alrededor de las lonjas juveniles que es mejor recordar a la hora de tratar de estas cosas. Peleas, intervenciones policiales, enfrentamientos con vecinos, jóvenes que a espaldas del resto de sus compañeros han dado en montar un kiosco de menudeo de costo, robos con intimidación, etc. La regulación era, más que necesaria, un clamor. Sobre todo entre los vecinos que soportan en sus edificios este tipo de locales. Veremos cómo se desarrolla y cuál es su grado de efectividad real, pero lo que tengo para mí es que esto se podía haber hecho hace por lo menos cinco años.