Este pasado viernes, los alumnos del Colegio Madre del Divino Pastor de las Arenas realizaron una marcha solidaria a favor de los refugiados sirios. Como en todos estos eventos, de lo que se trataba era de recaudar dinero y en este caso han sido los padres de los alumnos quienes al precio de 2 euros por dorsal, han hecho su aportación a la causa de la solidaridad, la caridad y el auxilio de los que sufren, valores que son no solo cristianos, sino universales.

Vaya por delante que el que esto escribe no es creyente. La fe es un don que no me ha sido otorgado, pero no por ello dejo de admirar a quienes sí lo ostentan y dedican su vida y esfuerzos a cumplir con los mandatos de paz y amor entre los seres humanos que todas las religiones propugnan, aunque haya épocas y gentes que se encarguen de prostituir hasta los más bellos ideales. Tampoco soy yo, un tanto jacobino y firme partidario del laicismo académico, de colegios de curas ni de monjas, ni de madrasas que solo enseñen a humillar la cabeza y por todo saber otorguen al colegial un único libro en la vida. No lo soy, no.

Advertido lo anterior a unos y otros, vengo en decir a continuación que me enorgullece que un colegio de monjas de mi pueblo haya sacado la fraternidad a la calle movilizando a sus escolares. Un colectivo católico en socorro de personas de otra confesión, la musulmana, sin que ello importe a nadie. Dos religiones enfrentadas a lo largo de la historia en numerosas ocasiones de modo harto cruel. Padres normales con sus hijos en defensa de una legión de desamparados a los que por no querer no quieren ni esos que dicen ser sus hermanos en la fe y nadan cubiertos de petrodólares en emiratos de las mil y una noches. Es llamativo que hacia esos países opulentos no haya podido dirigirse ningún sirio, pese a que podamos pensar que dar de comer a unos cuantos miles de desgraciados no les debe costar más de la calderilla que gastan en coches de lujo y lencería lujuriosa que llevar bajo el burka a todos esos jeques, emires, califas, príncipes y demás familia que han conseguido que sus hijos puedan esquiar en el desierto pero a los que se la sopla que otros musulmanes sean asesinados y expulsados en masa de sus hogares. Qué mal hace Occidente en tolerarles todo a cambio de su oro negro.

Acaso porque acabo de llegar de visitar el campo de concentración de Terezín en la República Checa y estoy un poco sensible, todo esto me recuerda a la actitud de muchos gobiernos y personas de a pie cuando los judíos salían a miles de sus casas, de sus barrios, de sus ciudades y de sus países para dirigirse a la deportación en el mejor de los casos, a la cámara de gas en el peor. Entonces también se volvió la cabeza al sufrimiento de millones de seres, hombres, mujeres, niños, viejos, que caminaban bajo la nieve en dirección a ninguna parte y alfombraban las cunetas con sus cuerpos. Hoy, como flores del mar, cadáveres de niños sirios flotan frente a nuestras playas y volvemos la cara porque la cosa no va con nosotros.

La dirección del Colegio Madre del Divino Pastor no ha mirado a otro lado, no ha querido ahorrar a sus alumnos la zozobra que supone conocer esta terrible realidad, sino que, como debe ser una religión que proclama “amarás a tu prójimo como a ti mismo”, les hace reflejarse directamente en los ojos de quienes padecen la mayor de las miserias. Qué gran lección de humanidad. Esto es transmitir valores, creencias, esto es educar con mayúsculas.

Estoy seguro que de entre todos esos niños que hoy han asistido a la carrera y a los que sus educadores habrán explicado previamente en clase lo que iban a hacer, jamás saldrá un dictador, ni un terrorista, ni un canalla que piense que robar a los ciudadanos es un derecho que ha adquirido porque estos han sido lo suficientemente idiotas como para votarle. Pues cuando el árbol crece recto desde el principio ya jamás se tuerce y para ello no hay ni sermones ni violencias, sólo el ejemplo educa. Quiero recordar a Teresa, una buena amiga socialista, que quizá no se acuerde pero a la que un día oí decir: “los niños no hacen lo que les dices, hacen lo que te ven hacer a ti”. Y así es, el ejemplo es el legado más valioso que podemos ofrecerles para que conduzcan su vida con provecho y rectitud.

Hoy padres y maestros han propuesto un modelo de vida fructífera a aquellos que en el futuro llevarán el peso de nuestra sociedad y la gobernarán. Y por eso y porque me siento orgulloso de ellos, este ateo que preferiría no serlo, les dedica su modesta columna para que sepan que no están solos y que el gesto que han hecho hoy vale mucho más que la pequeña recaudación que hayan obtenido y puedan hacer llegar a las instituciones que canalizan las ayudas al refugiado. Vale la salvación.