Vaya por delante decir que uno es persona de orden y que, como tal, aplica ciertas máximas en su vida y sus cotidianos quehaceres aunque no siempre le gusten los resultados que tal proceder depara. De esta manera, pago a Hacienda si bien preferiría no hacerlo, procuro poner buena cara, o al menos no partírsela, a quien me insulta y si tengo alguna cuita mayor, la pongo en manos de abogados, o de la fuerza pública, para que me la solucionen conforme a derecho. En esto consiste la convivencia democrática, en depositar nuestra confianza en las vías legales y no andar por ahí tomando la justicia por nuestra mano. Bueno, pues siendo esto tan básico, hay gente a la que no le entra en la cabeza, o solo le entra en la parte que le conviene y así asistimos una vez más a hechos como los sucedidos el pasado jueves, día 15 por más señas, en el que fue incendiada una excavadora en la zona de Iturribarri donde, como sabrán, se han iniciado los trabajos de desalojo de una serie de huertas para construir viviendas de protección oficial. La historia es conocida y además recurrente, pues ni es la primera vez ni el primer municipio en que sucede algo semejante.

«Si un terreno no es tuyo pero lo utilizas durante un montón de años para tu uso personal e incluso para lucrarte de él (…) deberías estar agradecido al propietario que, no estando obligado a ello ni teniendo por qué, te lo ha permitido durante todo ese tiempo sin exigirte nada a cambio.»

Hace un montón de años, más o menos cuarenta, unos terrenos que debieron ser urbanizados, dejaron de serlo por causas que ahora no vienen a cuento. Al quedar vacíos, y como pasa a menudo, algunos vecinos amantes del agro se decidieron a plantar huertas en ellos y aquella finca pasó de tener el aspecto de una campa a estar parcelada, dividida por vallas y setos y chabolizada con cobertizos en los que cabían desde aperos de labranza hasta la cría de animales de granja. Por el camino se ha sabido que había quien vendía las hortalizas y los pollos a sus convecinos y quien, en el colmo del descaro, alquilaba el terreno que no era suyo o las casetas en ellos levantadas por su cara bonita. Es de suponer que, al no existir título de propiedad, tal alquiler era fraudulento, pues nadie puede disponer de lo que no es suyo,  como probable es también que tanto el consumo como la venta de productos y animales escapara a cualquier tipo de control, entre ellos el sanitario. Dos pequeños inconvenientes, sin duda.

Ahora el ayuntamiento se propone urbanizar el terreno para dar cabida a viviendas de protección oficial y el baile ha comenzado. Los ocupantes, no los propietarios, entiéndase bien, han convocado movilizaciones en las que básicamente solicitan la paralización del proyecto de urbanización o, en su defecto, una compensación por el desalojo. Por el camino, una excavadora, que es una máquina que cuesta unos cincuenta o sesenta mil euros, ha ardido en un incendio provocado del que de momento no se ha acusado a nadie pero que me imagino seguirá bajo investigación policial. Me gustaría decir un par de cosas al respecto.

«No hablemos ya del embolado en el que se ha metido quien haya dado fuego a la excavadora, delito penado con cárcel, ¿de verdad merece la pena ir a prisión por plantar lechugas en un terreno que no es tuyo?

En primer lugar, que si un terreno no es tuyo pero lo utilizas durante un montón de años para tu uso personal e incluso para lucrarte de él, bien sea con dinero o con productos, deberías estar agradecido al propietario que, no estando obligado a ello ni teniendo por qué, te lo ha permitido durante todo ese tiempo sin exigirte nada a cambio. Creo que está demás ponerse farruco reivindicando que te den lo que ni te corresponde ni tuviste nunca por qué utilizar. En segundo término, deberíamos todos ser muy conscientes de que el bien público está siempre por encima del particular y por lo tanto, jamás puede verse como razonable el que cuatro huertas impidan que los jóvenes de este municipio accedan a una vivienda en condiciones ventajosas, máxime, repito, cuando los que las ocupan lo hacen sin ningún título jurídico que les avale en dicha ocupación. No hablemos ya, porque es una cuestión harto delicada, del embolado en el que se ha metido quien haya dado fuego a la excavadora, delito penado con cárcel, ¿de verdad merece la pena ir a prisión por plantar lechugas en un terreno que no es tuyo? Tratamiento aparte merece el hecho de tener la enorme jeta, la caradura, de alquilar esos terrenos a un tercero, lo cual si no entra de lleno en el delito de estafa, cerca le andará.

En fin, yo me supongo, o quiero creerlo al menos, que al final se impondrá la cordura, se levantarán los pisos y la zona será aprovechada urbanísticamente de la mejor forma posible. No se si deseo que pillen al pirómano y que le caiga encima todo el peso de la ley, la verdad, porque al final a lo mejor nos encontramos a un chaval estrenando la mayoría de edad al que se le ha calentado la cabeza, o a un jubilado que se ha creído que estaba defendiendo la república. El asunto, casi seguro, es que no estaremos ante delincuentes profesionales, sino más bien ante personas normales que han cometido una enorme estupidez cuyas consecuencias no han sido capaces de calibrar en toda su dimensión.

En un momento en el que nos planteamos de nuevo el concepto de convivencia, tan maltratado después de muchos años de sinrazón, en el que nuestro ayuntamiento cuenta con la representación más variada que ha tenido jamás en su historia, creo que hay cauces para reivindicar el derecho de cada cual con unas ciertas garantías. Otra cosa es que el que piense hacerlo sepa de antemano que no tiene razón y crea que todavía existen atajos para salirse con la suya pasando por encima de todo y de todos. Es esta una vieja tentación que tenemos que ir dejando de lado.

Y sí, han acertado, a mí no me gustan las huertas. Prefiero un buen parque público para ir a pasear.

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