Virginia y Marcos son pareja. Él, campeón mundial de remo indoor y ella, remera también, para qué les voy a contar el palmarés deportivo que tiene. Campeona absoluta de España en skip, campeona del mundo en remo indoor en 2008 y subcampeona del mundo en skip en 2009. Perteneciente a la Selección Española, Virginia parte ahora para recluirse en el Centro de Alto Rendimiento de Banyolas con la intención de hacerse un hueco entre las féminas que representarán a España en las Olimpiadas del año que viene. No está mal, ¿verdad?. Al menos no está mal para un pueblo. El pueblo es Getxo, claro y a lo mejor es por eso, por nuestra idiosincrasia propia e inigualable, por la que ni siquiera han sido felicitados ni recibidos nunca jamás de los jamases por nuestros regidores públicos. Hay que decir que a Virginia Diez Rivas, que ese es su nombre completo, a sus veinticuatro años la Universidad de Barry, en Miami, la tiene becada sufragándole los estudios de Psicología y la estancia en el campus a cambio de que reme para ellos en las ligas universitarias. Los americanos sí que saben ver dónde está la excelencia. Así les va y así nos va a nosotros.

El otro día tuve la ocasión de charlar con esta pareja de campeones y me quedé estupefacto. Fíjense que esa misma mañana Marcos, que entrena a la chavalería del club Raspas del Embarcadero al que ambos pertenecen, había hecho el primer entrenamiento del día con un grupo de jóvenes de dieciséis años ¡a las seis de la mañana! La razón de tan intempestiva hora es que los chicos luego tienen que irse pitando para el instituto. Y yo pensé que si los chavales de esa edad se levantan a las cinco para entrenar a las seis, es que Marcos tampoco lo hace mal.

No sería justo decir que no reciben ninguna ayuda, pues a Virginia el Ayuntamiento le da una subvención anual de tres mil euros, no es esa la cuestión. El dinero desde luego es poco pero ahí está y quizá no podamos permitirnos más, no lo sé. Sin embargo, hay cosas que no cuestan nada y no se hacen por pura desidia, por desinterés manifiesto o porque, sencillamente, el deporte que practican no tiene tirón televisivo o no mueve masas.

No deja, no obstante, de ser curioso que los mejores del mundo en una disciplina deportiva, la que sea, habiten entre nosotros, entrenen a dos pasos de nuestra casa y sus gestas no sean conocidas ni por sus vecinos. No deja de tener su gracia que, sin embargo, el Arenas Fútbol Club o como se llame, haya subido a Segunda División B, y esté toda la alineación política haciendo la ola, como si el campo de Gobela fuera el Maracaná y allí se hubiese jugado la final del campeonato interplanetario. Sin quitar mérito a los futbolistas, creo que no es comparable la Segunda B con el logro de un subcampeonato mundial. Además, es que esto solo pasa aquí. Este año pasado, el campeonato de España en la categoría de catorce añitos, también lo ganó una chica de Getxo. La representante de Kaiku, el club sestaoarra, quedó segunda. En Sestao, como es lógico, le hicieron un homenaje a la muchacha pero aquí la campeona se hubo de conformar con la felicitación de sus compañeros. A mí, qué quieren que les diga, todo esto me de bastante vergüenza. Que son nuestros chavales, coño. Que se están partiendo el pecho y dejando el sudor en nuestros clubes, que los quieren en América y que, como sigamos así, se irán a triunfar a otro lado y nos quedaremos aquí con cara de tontos mirando como ganan bajo banderas extrañas. Que, además, no han pedido nunca nada y han llegado a la cima por mérito propio, apretando los dientes y sudando mucho. Y, sobre todo, que son un ejemplo para nuestra juventud.

Le pregunté a Virginia si la camiseta que llevaba para entrenar, de una marca barata de unos grandes almacenes, se la había tenido que comprar ella y me dijo que sí, que aparte del maillot de competir, que se lo da el club, lo demás lo pone ella.  Me dijo también que compite con una embarcación de hace quince años mientras que sus rivales utilizan lo último en tecnología. Y yo me imaginaba mientras la oía a Ronaldo, tan guapo él, entrenando con unas zapatillas de esparto y una camiseta de propaganda del Eroski o a los del Atleti, que no son subcampeones del mundo, viviendo con tres mil euros al año o jugando con un balón de la época de Zarra. Y claro, al ser odiosas las comparaciones, las dejé de lado por no hacerme mala sangre y porque acostumbro a canalizar mis frustraciones en lo que al pueblo se refiere escribiendo esta columna.

La embarcación que a Virginia le haría falta para competir como es debido cuesta unos diez o doce mil euros. Yo creo que habría que patrocinársela porque seguramente sea un dinero mejor gastado que en muchas otras cosas, porque tampoco es mucho y porque no tenemos, a no ser que me equivoque, tantos subcampeones mundiales en este pueblo como para encima despreciarlos. Así que, vayan haciendo una reserva de fondos en el presupuesto o vayan haciendo el ridículo. Lo que ustedes gusten.