Foto: Asociación Salas de Cine de Euskadi

Para finalizar esta pequeña serie de la que llevamos dos entregas, nos queda hablar de la otra cara del espectáculo: cómo llega el cine al espectador. Hasta no hace mucho, las películas cobraban vida únicamente mediante su proyección en las salas de cine, lo que generalmente implicaba todo un ritual para buscar compañía, consensuar película y sala, desplazarse con tiempo, hacer cola para las entradas en muchos estrenos, etc. Yo, como humilde aficionado y considerando el cine como un arte sigo creyendo que ésta es la forma correcta de ver las películas, eliminando quizás lo de las colas puesto que ahora se pueden comprar las entradas por otros medios. El resto de los avances que nos están llegando creo que distorsionan el arte de ver cine que debe disfrutarse siempre en su contexto. Además el cine es quizás el único arte en el que participan dos sentidos: vista y oído.

El cine es quizás el único arte en el que participan dos sentidos: vista y oído.

Con este planteamiento, a mi modo de ver, la película debe verse en una sala cerrada y oscura en donde solo se vea el haz de luz saliendo del proyector dando vida a las imágenes en la pantalla grande, y solamente se escuche la banda sonora en el sistema de audio de la sala. Todo lo demás son sucedáneos. Esto es para mí, lo que se ha venido llamando “la magia del cine” que hace vivir al espectador otra vida fuera de su realidad personal e incluso mucho más allá del ámbito de la pantalla. Si además la sala está ubicada en el entorno urbano (“cine de barrio”) sin necesidad de grandes desplazamientos, tendríamos el escenario perfecto para mi gusto. Hay buenas películas que expresan esta idea como: “Cinema Paradiso” (1989 de Guiseppe Tornatore; “La rosa púrpura de El Cairo” (1985) de Woody Allen; y la entrañable escena en la que los más abyectos y duros criminales se ríen a carcajadas hasta las lágrimas, viendo en la sala de la prisión una película de Mickey Mouse en “Los viajes de Sullivan” (1941) de Preston Sturges.

¿Qué ha sido de los cines de Getxo? Las salas de cine están cambiando mucho en los últimos años y este concepto que acabo de describir, me temo que está en peligro de extinción aunque todavía sobrevive con dificultades en las salas de proyección múltiple (multi-cines). Según el blog mencionado anteriormente (“Memorias de Getxo”) parece ser que en nuestro municipio han existido bastantes salas a lo largo del siglo XX, se menciona 1909 como fecha de solicitud del primer permiso, y casi han desaparecido en el XXI.

En estos momentos, en cuanto al cine tradicional, solamente disponemos de las salas del “Getxo Zinemak” y las del “Cinesa Artea”.

Como antes, voy a centrarme de nuevo en lo que yo he conocido personalmente. En primer lugar, he sido testigo de la desaparición de la última sala del municipio en explotación comercial: el Cine Gurea de Algorta, y en él asistí a la proyección de “Salvar al soldado Ryan” (1998) de S. Spielberg que posiblemente fuese la última que “echó”, como se solía decir. He sido también usuario del antiguo “Getxo Antzokia” municipal (antes Gran Cinema de Algorta) y del “Gran Cinema” de Las Arenas en los tiempos en que siendo de gestión municipal, albergaron sucesivamente las sesiones del Cine-Club de Getxo, que luego comentaré.

En estos momentos, en cuanto al cine tradicional que hemos comentado, solamente disponemos de las salas del “Getxo Zinemak” en el Puerto Deportivo y las del “Cinesa Artea” que, aunque pertenecen al municipio de Leioa, casi podemos considerar nuestras por cercanía. Sin embargo, estas dos salas múltiples no cumplen con el requisito de proximidad del “cine de barrio”; un poco más los Getxo Zinemak a los que se puede ir con buen tiempo dando un paseo (eso sí, bastante largo) mientras que los otro siguen el modelo americano de integrarse en un gran centro comercial (los “Mall” anglosajones) en el que se puede pasar un día completo y hacer casi de todo para toda la familia. Si esto es el futuro, habrá que adaptarse a ello aunque personalmente no me guste demasiado.

El Cine Club mantiene dignamente el testigo del disfrute y amor por el cine.

Lo que nos queda todavía con el encanto entrañable de “cine de barrio” sería la sala de la Escuela de Música Andrés Isasi de Las Arenas. En esta sala lleva unos años funcionando un Cine Club que mantiene dignamente el testigo del disfrute y amor por el cine, cumpliendo con todo los requisitos que he ido comentando. Soy aficionado y asiduo a estas sesiones y quiero felicitar desde estas humildes páginas a los gestores por la estupenda organización: selección de filmes, documentación, presentación de la película, moderación del debate, etc. Esperemos que sigan deleitándonos por muchos años con su temporada de proyecciones en las modalidades de Cinema Paradiso, Cine Club y cine infantil.

También hay que mencionar como tenemos desde hace muy poco, un Autocine en funcionamiento en el área de Andra Mari. Desde aquí deseo a sus promotores los mayores éxitos, pero como creo que ha quedado claro, este no es tampoco mi modelo de cine, es…¡otra cosa! Es un modelo muy americano cuyo éxito, por lo visto, nace por una parte de poder asistir al cine dentro de un coche en plan familiar a menor coste frente a las entradas individuales a salas tradicionales (desconozco el sistema tarifario pero parece ser que es así); y por otra de la intimidad de la que se puede disfrutar dentro del coche con una buena compañía. Es decir, que nuestros, en otros tiempos, populares escarceos amorosos en las últimas filas de las salas a oscuras, también han tenido su réplica en otras latitudes con otro modelo. Como además el Autocine ha sido objeto en sí mismo de películas, una buena toma que se me ocurre sería la silueta de dos cabezas besándose apasionadamente con el fondo de los limpias apartando la lluvia que difumina la imagen de la gran pantalla más al fondo. ¿Qué tal?… aunque puede que esta escena exista y simplemente haya salido de mi subconsciente desde alguna antigua película americana.

“La gran esperanza blanca”: el nuevo y fastuoso Getxo Antzokia.

Y, por último antes de terminar, no podemos olvidarnos de nuestra “La gran esperanza blanca” (otra magnífica película, Martin Ritt, 1970): el nuevo y fastuoso Getxo Antzokia de Algorta que, con un poco de suerte y si el tiempo lo permite, es bastante probable que nuestros nietos lo vean terminado, equipado y ¡funcionando!

Se supone que en él habrá sala para cine ¿o será una sala multiusos con furiosa competencia entre eventos variados? ¿volverá el Cine-club a sus orígenes en Algorta? ¿habrá explotación comercial mediante contrata temporal? Y quizá la pregunta más inquietante ¿habrá pensado alguien en estas cosas? En todo caso, supongo que todavía habrá tiempo…

“That’s all, folks”

FIN, FINE, THE END, DAS ENDE…