Roque
Roque Adrada

Siempre me ha fascinado Barcelona, cierto que ha perdido influencia por políticas poco acertadas basadas en el separatismo (ya saben, aquellos que se mueven por el: “un día pinté una línea y desde entonces, vivo permanentemente obsesionado con la misma”),  pero ha sido la ciudad vanguardia por excelencia de las artes, la industria del textil, el espectáculo y el reflejo más cercano dentro de España de lo que era Europa. Hace unas semanas estuve en la ciudad condal por motivos de trabajo, y por suerte, tuvimos agenda por la noche para cenar mi hermana, junto con mi cuñado, y una buena amiga de la infancia, hoy, experta en microfinance y social consultancy y con quién en más de un viaje, solíamos competir en quién tenía más habilidades sobre una asignatura denominada “Conocimiento del medio”. Quizá tengo el recuerdo algo borroso, pero tengo que confesar que me solía superar, por la mínima, pero superar al fin y al cabo.

Durante la cena nos comentó que había decidido irse ahora, a principios de febrero, de voluntaria a una de las islas más al sur de Grecia para ayudar y prestar apoyo a los refugiados que todos los días llegan a la isla desde Siria en búsqueda de un mejor futuro.  Sobre este aspecto, me preguntó acerca de mi opinión sobre esta gran crisis. A lo que le espeté, que lamentablemente, no tenía información objetiva suficiente, para poder hacer un análisis de solución/opinión a la gran crisis, más allá de que hay que prestar la máxima ayuda a los refugiados por el simple hecho de que todas las personas tenemos derechos que son inherentes a nuestra condición humana.

Estas palabras nos llevaron a la conclusión y posiblemente a la clave del problema, que es la ingente desinformación que tenemos los ciudadanos del mundo desarrollado sobre uno de los mayores movimientos migratorios de los últimos tiempos, y donde, parece que ahora, en los medios de comunicación ha pasado de ser titular a ser un problema de segunda, a pesar de que cientos o miles de Sirios intentan cada día huir de su país, dejando todo su pasado atrás para comenzar una nueva vida en el viejo continente. ¿Cuál podría ser la solución a esta desinformación? ¿El problema son los medios o nosotros mismos que miramos en otra dirección?

Curiosamente, mi hermana escogió un restaurante Venezolano, lo que nos llevó a un segundo debate. Sobre el mismo, desarrollaré mi post posterior.